Las olas que surfeaste aquella noche mientras incabas tus ojos en mi orgullo y me rendía a tu boca. Y mi ojos huyendo de tu boca que embrujaba, tu lengua que lamiendo de la pared dejaba el polvo. Y de ahí los caballos, las mariposa muertas que volaron con la arena de lo que derrumbabas. Me da miedo que mires así, sin puertas te decía. Más la música corría, para recordarte mañana cuando nos hayamos olvido.